Jugar en tres mesas de Hold’em sin límite de forma simultánea está dando sus buenos frutos. De hecho, el ritmo al que estoy ganando es tan alto que creo que no va a ser sostenible. Estoy ganando un promedio de 15 apuestas grandes (el doble que la ciega grande) por cada 100 manos que juego. Traducido en horas, el beneficio es de 25,5 apuestas grandes (a 170 manos por hora). Demasiado bueno para durar.
El buy-in al que juego, eso sí, es el más bajo de Party Poker ($25). Me he impuesto la disciplina de practicar en ese buy-in hasta que tenga dominado el tema de apostar en tres mesas a la vez. Al principio estar pendiente de tres mesas resulta caótico, sobre todo cuando coinciden tres jugadas clave al mismo tiempo, pero poco a poco estoy aprendiendo a repartir mi atención entre varios puntos de interés.
Pasarme a jugar en tres mesas ha sido un gran acierto. Por una razón: es más entretenido, y eso me permite jugar con más disciplina. Antes cuando me salía K-10 iba a ver el flop, ahora paso. Cuando se está en una sola mesa se juegan manos frágiles por culpa del aburrimiento; manos en las que se puede ganar un bote pequeño o perder uno grande. Poker Tracker me dice que no vale la pena jugar K-10, así que yo he dejado de jugarlo. Desde que juego en tres mesas, pongo dinero para ver el flop en un 17,67% de las manos, frente al 22% que alcanzaba jugando en una sola mesa. De ahí proviene gran parte del beneficio que estoy obteniendo.