Ayer noche jugué un torneo en vivo… La partida duró poco y fue muy extraña. Éramos diez… No conocía a ninguno de los otros jugadores. Ni siquiera nos presentaron antes de que nos sentáramos a jugar.
El organizador explicó que se empezaba con 1.000 en fichas y que en el primer nivel no habría ciegas. Me chocó que se jugara de esta forma, pero no dije nada. Nadie dijo nada.
El dealer repartió las cartas de la primera mano. A mí, que estaba en late position, me tocó la Q♦ y el 8♦. Uno a uno fuimos hablando: check, check, check, check, check, check, mmmh check, check, check, mmmmh check. Se vio el flop. De nuevo, check, check, check, check, check, check, check, check, check, mmmmh check. Se vio el turn. Check, check, check, check, check, check, check, check, check, mmmmh check.
Se estaba demostrando que jugar sin ciegas era absurdo, ¿quién demonios iba a apostar sin tener el nuts? Una voz preguntó:
—¿Cuánto va a durar el primer nivel sin ciegas?
Y el organizador, creo que variando sus planes iniciales, respondió:
—Sólo es la primera mano.
Todos nos sentimos muy aliviados al oír esto.
El dealer puso la quinta carta sobre el tapete y el board quedó así: 2♥ 4♦ 7♣ J♠ K♥. Os recuerdo que en aquel momento en el bote no había ni una sola ficha.
El primer jugador hizo check. El segundo jugador hizo check. El tercer jugador hizo check. El cuarto jugador hizo…
—Mmmh, mmmmh, mmmh, okay, I’m all-in —y desplazó todas sus fichas al centro.
A mí se me escapó la risa. I mean, all-in, mate? ALL-IN? You are gonna win a nice pot, idiot!
El caso es que el quinto jugador se puso a deliberar. Pensé que nos estaba tomando el pelo a todos haciendo ver que de verdad estaba considerando hacer call, pero al cabo de un minuto y medio de deliberación, dijo:
—I think you are bluffing. I call.
Y desplazó todas sus fichas al centro.
El siguiente jugador en hablar lo tenía ya decidido: call. El siguiente también: call. Y entonces me tocó a mí el turno. Pensándolo en retrospectiva, es posible que me equivocara, teniendo en cuenta que no había ligado nada, pero… también hice call. Y los jugadores que quedaban por hablar: call, call, call, call, mmmmh call.
Así que primera mano, sin ciegas, del torneo y todos terminamos all-in. Como podéis imaginar, había una gran excitación en la mesa. En unos instantes íbamos a saber quién era el ganador. Por las caras de mis oponentes, todos parecían creer que iban a ser ellos.
Pero para nueve de nosotros, la ilusión duró poco. El jugador que había hecho el all-in inicial volvió boca arriba sus cartas con una expresión de triunfo en el rostro, como aquél que sabe que es imposible que pierda. Sus cartas: 2♦ 5♣. ¡Pareja de doses!
Uno a uno fuimos tirando nuestras cartas a la pila de descartes. Muck, muck, muck, muck, muck, muck, muck, muck, mmmh muck. La pareja de doses era buena. Mientras recogíamos los paraguas para marcharnos, oí que uno de los perdedores susurraba:
—Por lo menos sabemos que no nos faroleaba.
Así que ya veis, queridos lectores del Diario Poker, éste es el tipo de cosas que ahora me da por soñar. La verdad es que no sé qué me ha jodido más el cerebro, si vivir entre ingleses o jugar a poker todos los días…